Colaboracion de Carlos Iacopetti
Corría la década del 50 y San Nicolás dormía el sueño de sus glorias pasadas, cuando a la vera de su límite sur, en el partido de Ramallo, un coloso comenzaba a dar sus primeros pasos. La profundidad de las aguas de la Punta Argerich, que le concedía ventajas estratégicas para construir su puerto, y los buenos oficios de un nicoleño cercano al poder, comenzaban a dar forma al sueño póstumo del General Manuel Nicolás Savio. Su pasión, la “Unidad Siderúrgica 2”, Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA), formaba parte del programa industrial con el que la Nación honraba la memoria del Padre del Acero.
De a poco, el impacto que las obras causaron en el paisaje se fue mudando a la población cercana. De pronto, para los pibes que vivíamos en los barrios próximos a los “4 boulevares”, la geografía del campito y de los potreros se transformó en cimientos, paredes, … casas y más casas. Desde Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba … de todo el país llegaban las fuerzas del trabajo.
En el año 1960, con la puesta en marcha del Alto Horno 1 “María Liliana”, la voluntad de hacer se convirtió en acción y se inició un proyecto productivo que, con sus más y sus menos, con sus realizaciones y sus frustraciones, sigue siendo hoy un motivo de orgullo para Todos.
Las imágenes de los camiones pintados de amarillo y negro que transportaban a la gente, de los coches importados de los americanos que vivían en el barrio, de la ciudad avanzando sobre las quintas, pasaron a ser parte de lo cotidiano y, lenta e inexorablemente, SOMISA fue para siempre parte de nuestra historia y de nuestra identidad ciudadana.
